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sábado, febrero 27, 2010

Trujillo de nuevo sacando de su tumba bandera blanca

Lo que ocurrió el jueves 25 de febrero en el intento de lanzamiento del libro “Trujillo , mi padre”, biografía avalada por su hija la Sra. Maria de los Angeles Trujillo Martinez. Así les va a pasar algunos dentro de muchos años cuando sus huesos bajo tierra no sean nada más que polvo.
Por Raysa White

LO QUE OCURRIO EN EL LANZAMIENTO


Una encendida polémica de corte intelectual llena los espacios mediáticos de la República Dominicana por estos días. Se trata de las sorprendentes y atrevidas revelaciones de la hija del dictador Rafael Leónidas Trujillo, conocido en los anales de la historia del país caribeño como “Chapitas” por su afición de llevar colgadas en su traje de gala un aluvión de medallas otorgadas no tanto a sus méritos, sino por el afán de excesivo halago por parte de su séquito palaciego.

Con los años la familia Trujillo ha decidido no seguir cargando con el peso horripilante de la saga de su ascendente y ha puesto en tela de juicio a personalidades de la historia dominicana que aparentemente jugaron un papel patriótico, pero si se da fe a las afirmaciones de Angelita Trujillo en su libro “Trujillo, mi padre”, la sangre y el horror que desplegó su padre está bien repartida entre los que le asesinaron, leales del dictador en su momento que devinieron, de resentidos, mártires y héroes de la nación. Esto es fundamentalmente lo que ha encendido el ambiente. ¿Pues quién a estas alturas necesita que se revuelva el bullón? La cita es: a los muertos que descansen en paz. O la otra frase favorita: déjalo de ese tamaño.

La cuestión ha llegado a la exigencia de prohibirse la circulación del libro y demandas jurídicas por difamación presentadas por instituciones cívicas nacionales. Que de revertirse a favor de la demandada muchas dudas quedarán esclarecidas y varios altares tendrán que ser bajados de su retablo. Aunque en eso de compartir glorias víctimas y victimarios es experta la República Dominicana. Si no lo cree puede visitar sus tumbas y mausoleos y averigüe quien es quien en cada hueco.

La reflexión final, me parece, pudiera ser que gobernantes y secuaces deben aprender una vez y por todas que la historia pasa sus cuentas finalmente sin distinción de quien la escribe. Y que los jefes de gobierno deben controlar el apetito abusivo de sus gendarmes y supuestos fieles que atenidos a la impunidad de un poder sostenido por métodos dictatoriales cometen atroces injusticias pensando que ello va a quedar sepultado entre las piedras de los expedientes secretos.

La lección, pienso pueda ser que tengamos conciencia de que los poderes terrenales son limitados como la existencia humana y la vida sigue su curso inexorable en la reproducción de nuevas generaciones que son las que remueven los escombros de un pasado con viejos cuentos que perduran anclados en su memoria y a los que algunos les pesa renunciar.

Por otra parte los malos no son solos responsables del mal, la sociedad también es responsable. Las cosas han de decirse y tratar de resolverse en el momento en que ocurren. No esperar 60 años para entonces decir: lo que pasó fue esto o lo otro. ¿A quién le importa? Al historiador, al fabulador o al chismoso. Como yo estoy entre las últimas, ya conseguí el libro.

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